Veniste hacia mí como un sagrado ritual

Una vez en el rancho camino a los nogales, me contaron acerca del cuento de la ninfa que se volvía árbol cuando el Dios del Sol bajaba a enamorarla, me envicié pidiéndole al Sol que bajara a amarme para yo poder volverme entonces árbol.

Aún tengo recuerdos de mis días en los que era mujer, recuerdo que el tiempo pasaba rápido, y que mis huesos crecieron hasta que, sin poder crecer más, el cambio sucedió en mi piel para envejecer. 

Día a día pensaba en el aire, en las hojas meciéndose de las copas de los árboles durante la madrugada, pisaba el lodo en la entrada de la casa con mis pies descalzos deseando que se enraizaran.

¿Qué sentirán ahí, agitadas, chocando suaves las unas con las otras, escuchando el silbido que se pasea entre ellas?


La muerte vino a mi como un ritual merecido y consagrado, me sacudí mis arrugas como el perro se sacude el pelo viejo, las astillas de mis rodillas se deshicieron y las canas de mi cabello cayeron como lana de borrego: cuando pasó y abrí los nuevos ojos ya no tenía párpados, en el momento que comprendí mi muerte, la casa que me vio vivir ya estaba hecha añicos, pareció que el instante que me tomó entenderme muerta fueron en los tiempos de los humanos más de 50 años, la casa estaba sola, inhóspita pero cálida, llena de sol.

Entonces le conocí:

Ahí estaba, como si el instante que pareció tan largo en la vida hubiera servido para gestar en tamaño y forma un gigantesco árbol, que había atravesado el techo de la parte central de la que era mi casa, la cual también me hizo pensar que toda la vida que tenía como casa se la había regalado a este hermoso y magnífico ser que había encontrado hogar en mi lecho de muerte: percibía la humedad en mi nula corporalidad, la sentía, la olía, la probaba sin tener piel, sin tener nariz y sin tener lengua. 

Me lancé a la copa y me desplomé en partículas de nada. Destellos de nada invadieron las habitaciones de la casa, me desplomé en tantas partes que pareciera que se había desplomado un tren con pasajeros: es decir, me sorprendió verme desplomada en una cantidad inmensa de lo que fuera que yo ya fuera: no sé cuánto tiempo duré esparcida y flotante en el espacio de mi casa vacía, hasta que en mi extraña corporalidad comencé a aglomerarme alrededor del tronco del árbol, tal vez pasaron otros 50 años, pero cuando me encontré entera ya estaba yo dentro de las venas de agua vasculares del árbol.

Escalé, escalé como agua sin dirección dejándome guiar, llegaron mis intangibles pies a las raíces y se expandieron en ramas, después mis manos sin forma se partieron en las cientas de hojas de la copa como si tuviera dedos por cada hoja, ese estado sensible de saberme punta de hoja y punta de raíz me hizo pensar que en realidad antes nunca había estado verdaderamente viva. 

Saboreé la salvia con el olfato y el oído que estaban presentes sin distinción, observé el fresco y la humedad que sentía en el tronco, la salvia era fruto de mi emoción, era el llanto nuevo que me había encontrado en las glándulas del árbol.  La muerte era mi nueva aventura. 






 
Título tomado del fragmento de la canción "Only if fot a night" de Florence + The Machine. 
https://www.youtube.com/watch?v=_J5N5gkDp2I




Clara.


Comentarios

  1. Qué imagen tan bella: "comencé a aglomerarme alrededor del tronco del árbol"

    Gracias por ese regalo, una persona muy querida inició ese viaje recién y me recordaste con tu narración lo que ella decía: seré un gran árbol...

    Espero el siguiente.

    Cariños, Emi

    ResponderEliminar
  2. Me encanta esa forma en que narras el transitar de un estado a otro. Espero con mucho entusiasmo tu siguiente post

    ResponderEliminar
  3. Estoy muy enamorada de las sensaciones corporales que creaste en mí.
    Muchas gracias por este viaje tan poco usual y absolutamente maravilloso hacia percibir-me.

    Soy tu seguidora 💜

    ResponderEliminar
  4. Qué belleza: "ese estado sensible de saberme punta de hoja y punta de raíz"

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares